Star Wars: Los Últimos Jedi (2017)

 

Nueva escoria rebelde.

Ya lo decía un contrito Luke Skywalker en el tráiler: “Es hora de que los Jedi se acaben”. Y resulta que aquella no era una frase suelta sin más, descontextualizada y transformada en reclamo puntual para la campaña de promoción de la película. Lo cierto es que el leitmotiv de esta obra –el mismo que demuestra la valentía y la pericia narrativa de Rian Johnson al frente de tan mastodóntica producción– es, ni más ni menos, la ruptura (casi absoluta) con el pasado. Persisten, por supuesto, la leyenda y la mitología que entrelazan todas las entregas de la saga, pero Johnson no se siente atenazado a la hora de subvertir ciertos dogmas, hasta ahora inmutables, de la franquicia. Se reformulan aquí aspectos clave de todo el tinglado espacial. Algún que otro (nuevo) icono cae hecho pedazos, demostrando su condición de remedo anacrónico; se exponen reliquias veneradas convertidas en polvo y ceniza… Casi nada. Lo que J.J. Abrams encapsuló hace dos años en una aséptica vitrina, para preservar su esencia de toda (evolución) corrupción, Johnson (encargado de guión y dirección) lo saca de su caja y manosea con desparpajo, como un niño que encuentra las figuras de coleccionista de su hermano mayor y juega despreocupado con ellas. Puede que le caigan hostias por semejante osadía, pero la experiencia que supone tocar la naturaleza misma de “La Guerra de las Galaxias”, sobre todo desde una posición que mezcla respeto, devoción y afán de progreso, bien lo merece. Es toda una garantía que este tipo se haga cargo del devenir narrativo que articulará el entuerto galáctico ideado por George Lucas.

Los Últimos Jedi”, cinta que transita a años luz de “El Imperio Contraataca” –a priori su referente más obvio y obra a la que homenajea en un par de ocasiones (la batalla de Hoth sin ir más lejos)–, se permite el “lujo» de desarrollar un esquema argumental tan alejado de la película que define el culmen de toda la saga como del inconfundible sabor a remake (no demasiado encubierto) que impregna cada fotograma de la muy estimable “El Despertar de la Fuerza”. Evitando lo que podría haber sido un fútil intento de repetir (copiar) ese mismo camino y, sobre todo, prescindiendo de la sobredosis nostálgica que nos llenó de regocijo en 2015, Johnson sitúa su space opera en órbita a otras situaciones, sensaciones y posibilidades. Aquí se horadan senderos más pedregosos y se perciben tonos más grises. El realizador de “Brick” y “Looper” pone sobre la mesa material tan inédito y nutritivo como delicado. Si las rebeliones se basan en hacer temblar las bases del poder establecido, aquí se tambalean incluso los fundamentos de la religión Jedi. De nuevo, los héroes sufren y mueren, y los aspirantes a líderes y villanos padecen lo indecible a manos de sus propias decisiones. Pero ahora no hay respuestas (tan) sencillas y elecciones (tan) fáciles en la galaxia. Ni siquiera el reverso tenebroso de la Fuerza consigue escapar a tales complicaciones y se presenta menos rápido, menos fácil, menos seductor esta vez. Ya no se trata de bien o mal, blanco o negro. Los matices asumen su condición definitoria para con la historia y los personajes. Dudas, tribulaciones y miedos toman las riendas de vilezas y heroicidades por igual.

Una rebelión de todos, para todos. El tono sociopolítico de la propuesta resulta evidente (más allá de hipérboles monegascas) y viene a continuar lo iniciado en la indispensable “Rogue One: Una Historia de Star Wars”. Una de las subtramas más destacadas de esta entrega –la que tiene que ver con la ominosa burguesía galáctica y el negocio de la guerra– incide en este aspecto y en el talante renovador que emana del ya imprescindible “Episodio VIII”. Aquí hay cabida para traficantes de armas, amorales no alineados, disidentes, cobardes e idealistas; todos ellos sumergidos en un conflicto universal donde un inconmensurable poder represor y ultra bélico, dirigido por un puñado de hombres miserables y decrépitos, se enfrenta a los restos de una Alianza Rebelde al borde de la extinción, donde las mujeres (imprescindible Laura Dern y maravillosa Carrie Fisher) suponen la última esperanza de libertad para la galaxia. Se produce también una interesante dicotomía a la hora de entender y confeccionar una revolución. Por un lado, Leia (Carrie Fisher), Amilyn Holdo (Laura Dern) y Poe Dameron (Oscar Isaac) representan a una élite de liderazgo incontestable y jerarquía militar. Por otro, el ex soldado stormtrooper Finn (John Boyega) y la mecánico Rose Tico (Kelly Marie Tran), visibilizan a las clases populares, donde militan aquellos que se dejan el pellejo a centenares en un intento por revertir la injusticia. No hay sublevación posible sin el pueblo. También es destacable la violenta colisión entre el misticismo Sith y el arribismo de la cadena de mando convencional que se produce de manera intestina en la Primera Orden, siendo este último un rasgo habitual en la saga.

La chispa del cambio. Ligeros spoilers (nada serio). Entre tanto, perdura el aroma innovador de la cinta, y la vieja guardia cede el testigo a una muchachada que tendrá que pilotar las próximas aventuras con menos apoyos a su lado y pasado sobre sus hombros. Rey (Daisy Ridley) y Kylo Ren (Adam Driver) se quedan al frente de todo, liberados al fin de la alargada sombra que proyecta la genealogía Skywalker (de una parte al menos). Al igual que el título de la película, Luke asume su condición de epílogo memorable para la orden Jedi (tal y como la conocemos) y rubrica un emocionante fin de ciclo. El inusual plano final que da paso a los títulos de crédito es toda una declaración de intenciones en este sentido. Por otro lado, el apartado técnico y visual es tan contundente, abrumador y asombroso como cabría esperar, alcanzando el grado de apoteósico en un puñado de secuencias de esas que erizan el vello y hacen que el respetable enmudezca de puro pasmo. La hora final es pura emoción desbordada y épica. Espectáculo enorme, maremagno de fruición descontrolada, del que emerge la ascética figura, tan mitológica como auto paródica, de Luke Skywalker (la grandeza dionisíaca de Mark Hamill sólo encuentra rival en la partitura de John Williams). Es cierto que “Los Últimos Jedi” arranca un tanto timorata, proponiendo ciertos apuntes destacados que no terminan de cuajar hasta que la trama asume por completo su independencia narrativa. También hay algún punto tramposo en un guión que abusa de la coincidencia y la casualidad –sin olvidar el (gran) sinsabor que supone lo ocurrido con el líder supremo Snoke–, pero, una vez que la aventura alcanza la velocidad luz, todas sus virtudes nos conducen a un vertiginoso salto al hiperespacio que invita a suspirar.

Manu Castro
@ManuCastroLSO
(15-12-2017)

 

• Lo mejor: El horizonte que se extiende ante nosotros. Los nuevos recovecos de la Fuerza. Las reflexiones que plantea.
• Lo peor: Un exceso de aves de corral.

 

 

Título Original: Star Wars: The Last Jedi | Género: Acción / Aventuras / Fantástico / Ciencia Ficción | Nacionalidad: USA | Director: Rian Johnson | Actores: Daisy Ridley, John Boyega, Mark Hamill | Productor: J.J. Abrams, Ram Bergman, Kathleen Kennedy | Guión: Rian Johnson, George Lucas | Fotografía: Steve Yedlin | Música: John Williams | Montaje: Bob Ducsay

 

Sinopsis: Una nueva aventura está a punto de comenzar. Antiguos y nuevos personajes, además de viejas caras conocidas, se preparan para lo que está por llegar, pues arcaicos secretos de la Fuerza e impactantes revelaciones del pasado serán revelados. Esta octava entrega de la saga espacial comienza inmediatamente después de los hechos ocurridos al final de “Star Wars: El Despertar de la Fuerza” (2015). En ella se plantean muchas incógnitas para los protagonistas. ¿Se convertirá la joven chatarrera Rey (Daisy Ridley), procedente del planeta Jakku, en Jedi tras ver que es sensible a la Fuerza? ¿Será el legendario Maestro Jedi Luke Skywalker (Mark Hamill), exiliado a un lejano lugar de la galaxia, quien enseñe a Rey los designios de la Fuerza? ¿Cómo afrontará la General de la Resistencia Leia Organa (Carrie Fisher) la muerte de Han Solo a manos de su hijo Ben Solo, convertido en Kylo Ren (Adam Driver), líder de los Caballeros de la Primera Orden? ¿Qué harán ahora el talentoso piloto de la Resistencia Poe Dameron (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega), el ex-soldado de asalto que está libre de las garras de la Primera Orden?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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