Desgaste bélico. Las dos primeras entregas eran cintas de excesos, aventuras embrutecidas y disparatadas que enaltecían a unos hombres de acción caducos, pero con ganas de seguir alborotando. “Los Mercenarios” funcionó como set piece desatada, en la que unos cuantos carcamales musculados, muy pasados de años, hacían de la tropelía y el exceso un hilo argumental que rememoraba, mediante una sobredosis nostálgica de caballo, aquel cine ochentero de acción, hostias y violencia descarnada. “Los Mercenarios 2” ahondaba en la fórmula, rechazando falsas complicaciones y dirigiendo sus escasas virtudes narrativas al gag puntual, la frase célebre y la potente...