Una Casa Llena de Dinamita (2025)
Ruleta rusa nuclear.
Los Estados Unidos es el único país del mundo que ha lanzado una bomba atómica sobre población civil. Lo ha hecho en dos ocasiones nada menos, provocando los genocidios nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Además es responsable de 1054 pruebas nucleares que han irradiado a poblaciones enteras, sin contar la contaminación del medio ambiente. Actualmente posee el segundo arsenal nuclear más grande, sólo superado por el de Rusia. Por otro lado, se trata del país con el complejo industrial-militar más poderoso e influyente del globo. Estados Unidos es un imperio bélico que necesita la guerra para sustituir. Es una sociedad modelada para los conflictos armados. Toda su económica capitalista e imperialista se sustenta es su poder militar y en la capacidad de proyectar dicho poder, tanto el real como el ficticio construido a través de la propaganda. Atendiendo a todos estos datos, debemos considerar a los Estados Unidos como la mayor amenaza para la seguridad del mundo, incluyendo la posibilidad de una guerra termonuclear a escala global.
Existe un buen puñado de películas que abordan la posibilidad de un apocalipsis atómico. Muchas de ellas se realizaron durante la Guerra Fría, cuando un conflicto de esta índole parecía algo inevitable. En este sentido cabe mencionar “El Juego de la Guerra” (1966), “El Día Después” (1983), “Testamento Final” (1983), “Threads” (1984), “Cartas de un Hombre Muerto” (1986) o “Cuando el Viento Sopla” (1986), incluso la más lúdica “Juegos de Guerra” (1983). Muchas de ellas se ambientan en los Estados Unidos y habitualmente narran el antes y el después de una guerra atómica, centrándose en las devastadoras consecuencias de un ataque nuclear (no me meto en el cine posapocalíptico o posnuclear porque literalmente hay cientos de títulos). Si bien es cierto que este tipo de películas casi nunca indagan demasiado en el origen del conflicto que lleva al lanzamiento de los misiles (por aquello de señalar culpables), en la mayoría de las ocasiones sólo vemos cómo caen las bombas en Estados Unidos o Reino Unido. Ellos son las víctimas y su represalia se nos presenta como algo abominable pero inevitable. El enemigo (principalmente la U.R.S.S.) queda reducido a unas siglas en un mapa o a una breve escena en un despacho político o en una instalación militar. Sobre la mesa siempre nos encontramos la doctrina de la destrucción mutua asegurada (DMA). En esta clase de ficción la disuasión nuclear no existe o es completamente ineficaz.
El agresor convertido en víctima. O tal vez no tanto. Ligeros spoilers. Así llegamos a “Una Casa Llena de Dinamita”. Una vez más son los Estados Unidos los agredidos sin aviso previo o provocación aparente. Un ICBM con cabezas nucleares es lanzado rumbo a una ciudad norteamericana. La cinta no señala un culpable concreto. Esa incógnita es una parte imprescindible del brutal suspense. Tampoco es muy complicado apuntar a algún país en concreto: la lista es muy corta (Rusia, China y tal vez Corea del Norte). Con ese peligroso pájaro volando, se ponen en marcha una serie de planes de contingencia que enseguida se tornan caóticos. Algo que me ha hecho recordar la contraposición que proponía “Pánico Nuclear” (2002) entre el pulcro simulacro con el que arranca el film y el caótico revuelo de la situación real. Una vez que fallan los GMD (Ground-Based Midcourse Defense), otro punto fundamental de la narración (la talegada que cuesta un sistema que ni siquiera supera el 60% de supuesta eficacia), todo se va a la mierda y empieza la locura. Es muy ilustrativo eso de “hitting a bullet with a bullet” (darle a una bala con otra bala, y que todo dependa de eso). Una verdadera ruleta rusa nuclear: el futuro a cara o cruz.
Todo se precipita. Los militares presionan al presidente. Es entonces cuando comienza a tomar forma la represalia. El menú de objetivos y la contundencia de la respuesta. Una réplica indiscriminada, además de ineficaz y suicida, en manos de un solo fulano, el POTUS de turno (que sí, que casi mejor Idris Elba que un puto cheeto…). La enajenación es total. La cinta de Bigelow repasa de manera brillante, en tiempo real y desde varias perspectivas (el personal de la Sala de Crisis de La Casa Blanca, el estamento militar, el presidente…) un descenso a los infiernos que podría provocar el fin de todo. Ante nosotros un protocolo desquiciado para conseguir la nada que tampoco tiene en cuenta la parte más humana y falible de cada implicado. Se plantea la falsa elección entre derrota y suicidio, porque la cinta nos describe una realidad en la que casi parece imposible elegir la única opción razonable. Efectivamente, Estados Unidos es una casa llena de dinamita: un sistema diseñado para el ataque o la revancha a cualquier precio. Un auténtico peligro global.
Citando a Denzel Washington en “Marea Roja” (1995): “Yo creo que en el mundo nuclear al verdadero enemigo no se le puede destruir. En mi humilde opinión, en el mundo nuclear el verdadero enemigo es la guerra en sí misma”. Las armas nucleares son un riesgo inasumible. Ningunas manos son las correctas cerca del botón rojo. En el mundo esbozado en Los Álamos, después de que los Estados Unidos demostraran al mundo entero su voluntad de construir y utilizar la bomba atómica (esto último supuso incinerar e irradiar a 250.000 personas), quedó bien claro para sus rivales, arrinconados por el fulgor de la fisión del átomo, que la supervivencia de cualquier postura enfrentada a los intereses estadounidenses pasaba por armarse con ese mismo ingenio. La proliferación nuclear y la carrera armamentística es el gran negocio promovido por Washington desde hace 80 años. Uno alimentado por el miedo, porque el miedo es el mejor agente de ventas. Mientras, en casa, a su población se la bombardeó desde varios frentes gubernamentales durante décadas con propaganda destinada a convencer al público norteamericano que era posible sobrevivir a una guerra nuclear, sólo había que estar preparados (véase el profundo delirio que emana del material mostrado en “El Café Atómico”, 1982). Imposible no recordar a Heisenberg y otros tantos científicos alemanes que hicieron todo lo posible por evitar la creación de la bomba atómica nazi. Los USA adelantando por la derecha a los nazis.
Lo que exponen Kathryn Bigelow y Noah Oppenheim en “Una Casa Llena de Dinamita” es aterrador y una auténtica locura pesadillesca. Y lo hacen sosteniendo un thriller contundente que nos deja pegados a la butaca de principio a fin. Realmente importa más bien poco que administración estadounidense o que personas puntuales estén involucradas en un evento de este calibre, pero uno no puede dejar de pensar en Trump, en Pete Hegseth, Marco Rubio o Kristi Noem, y en todo su séquito de nazis tarados. En este caso concreto, en nuestra terrible actualidad, el aumento del nivel de peligro va de la mano del incremento de una vergüenza ajena absoluta. Estamos a merced de un puñado de niños sádicos y consentidos armados con pistolas (atómicas). La seguridad nuclear del planeta en manos de una recua de violadores, maltratadores, cocainómanos y alcohólicos. ¡Feliz Halloween!
Manu Castro
(27/10/2025)
¿Sabías que…? El Ground-Based Midcourse Defense o GMD (Defensa terrestre a mitad de curso) es el sistema de misiles antibalísticos de los Estados Unidos diseñado para interceptar misiles balísticos durante la fase intermedia del vuelo de la trayectoria balística. Es un componente importante de la estrategia estadounidense de defensa antimisiles para contrarrestar los misiles balísticos, incluidos los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) que transportan ojivas nucleares, químicas, biológicas o convencionales. El sistema está desplegado en bases militares de los Estados de Alaska y California. En 2018 comprendía 44 interceptores, abarcando 15 zonas horarias con sensores en tierra, mar y en órbita.
El coste de este programa de defensa se ha calculado en unos 40.926 millones de dólares desde el inicio hasta el año fiscal 2017. El sistema tiene una “probabilidad de matar con un solo disparo” de sus interceptores calculada en un 56%. Si se lanzan cuatro interceptores contra un solo objetivo la probabilidad total de éxito aumenta al 97%. Cada interceptor cuesta aproximadamente 75 millones de dólares. Este porcentaje de éxito ha sido descartado por algunos expertos como una aplicación defectuosa de métodos estadísticos básicos. Según James M. Acton, codirector del Programa de Política Nuclear de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, “se asume que los posibles fallos de los interceptores son independientes entre sí. Pero, en la práctica, si un interceptor falla debido a un defecto de diseño, por ejemplo, es mucho más probable que otros también lo hagan por la misma razón”.
Título original: A House of Dynamite | Género: Drama, Suspense, Thriller | País de origen: Estados Unidos | Dirección: Kathryn Bigelow | Guión: Noah Oppenheim | Reparto: Idris Elba, Rebecca Ferguson, Gabriel Basso | Producción: Kathryn Bigelow, Noah Oppenheim, Greg Shapiro | Música: Volker Bertelmann | Fotografía: Barry Ackroyd | Montaje: Kirk Baxter
Sinopsis: Cuando un misil de origen desconocido es lanzado contra Estados Unidos, la Casa Blanca entra en estado de emergencia. Se activa una carrera contrarreloj en las altas esferas del gobierno para identificar al autor del ataque, evitar una escalada global y decidir la respuesta adecuada. En medio de tensiones políticas, presiones militares y el temor a una guerra inminente, cada decisión puede tener consecuencias irreversibles. La amenaza invisible pone a prueba el liderazgo, la diplomacia y la estabilidad mundial.
Último visionado: 27/10/2025 (Netflix – VOSE)
































































