Christine (1983)

 

Un demonio fabricado en Detroit.

Y entonces, Carpenter y King se encontraron. No podía ser de otra manera. La simbiosis entre estos dos maestros del terror era algo tan inevitable como esperado. Estamos en 1983. Stephen King, que venía de colaborar con George A. Romero escribiendo el guión de “Creepshow”, se prepara para el lanzamiento de una nueva novela, “Christine”, relato publicado el mismo año del estreno de la versión cinematográfica que nos ocupa. Por su parte, John Carpenter había conseguido enlazar tres títulos memorables, “La Niebla” (1980), “1997: Rescate en Nueva York” (1981) y “La Cosa” (1982). Ambos artistas, sumidos en sendas carreras profesionales de carácter ascendente, no alcanzaban a otear su cima creativa. Por desgracia, este proyecto tomó la forma de incomodo encargo para Carpenter, y King no tuvo presencia alguna durante el rodaje. Mal asunto. De hecho, el primero siempre ha subestimado esta película y el segundo nunca ha estado conforme con la adaptación; dos sensaciones que se trasladaron con fuerza a una audiencia desencantada.

Arranca la película en una cadena de montaje de Detroit, la ciudad del motor. Los operarios le dan los últimos retoques a un flamante Plymouth Fury, modelo de 1958. El único vehículo rojo de la línea; la única “chica” de la línea. Un mecánico se propasa con la señorita –la sexualización de Christine resulta evidente–. Se produce un extraño accidente… Una elipsis temporal de veinticinco años nos sitúa en el típico ambiente de instituto, repleto de adolescentes mojigatos con las hormonas revueltas, seres idiotizados que disfrutan de su relajada existencia en los suburbios de clase media de la ciudad de Los Ángeles. Como buen joven norteamericano, Arnie Cunninghan (Keith Gordon), un chaval introvertido de 17 años –arquetipo de perdedor–, aspira a tener su propio vehículo –ya sabemos que en los Estados Unidos el que no tiene coche es poco más que un mierda–. Por una de esas peculiares coincidencias que suceden en la vida, Arnie se tropieza con Christine, que ahora, un cuarto de siglo después de su fabricación, no es más que un montón de chatarra oxidada.

Amor a primera vista, o necesidad mutua satisfecha. A pesar de las advertencias del vendedor –su hermano falleció dentro del automóvil, también en extrañas circunstancias–, el muchacho se encapricha del Plymouth y comienza a trabaja en su restauración. Se inicia entonces una relación tóxica entre el chasis, el motor y la curvilínea carrocería de tonos rojiblancos de Christine y las gafas de nerd del joven inadaptado. Arnie se aleja de su familia, deja de lado a Dennis Guilder (John Stockwell), su mejor amigo –o quizá algo más–, incluso trunca una posible relación sentimental con Leigh Cabot (Alexandra Paul), para entregarse sin reparo a la única mujer que comprende y valora sus necesidades y problemas. Entonces tiene lugar la escena determinante de la película: la salvaje agresión a Christine, perpetrada por el grupo de delincuentes juveniles que acosa con regularidad a Arnie. Con violencia inusitada, destrozan, rajan y golpean cada parte del vehículo; su novia. Tras esta secuencia, el film se transforma en una mecanizada rape and revenge de manual.

Los violadores tendrán su merecido. Spoilers de alto octanaje. Christine se rehace y los persigue por carreteras y calles nocturnas, los acorrala y ejecuta sin miramientos. La venganza será terrible. Una de los momentos más potentes de la cinta se produce en una gasolinera. El Plymouth provoca un gran incendio y aparece de entre las llamas, como surgiendo del mismísimo infierno, para atropellar y quemar vivo al último de los gamberros. Podría parecer que el símbolo de individualismo americano se convierte aquí, en manos de Carpenter, en una bestia celosa y homicida; tonelada y media de acero rojo que se precipita por el asfalto, eliminando a todo aquél que osa interferir en su relación con Arnie, asesinando también a los depravados que la destruyeron físicamente. Pero no se trata de eso. Encontramos más justicia que venganza en esta narración. Christine responde a un ataque, a un sometimiento y, junto a su joven partenaire afectivo –otra víctima habitual de abusos y vejaciones–, le planta cara a las deficiencias de una sociedad miserable e inhumana.

Manu Castro
@ManuCastroLSO
(27-12-2001)

 

• Lo mejor: Las escenas en las que Christine se reconstruye.
• Lo peor: Se trata de una de las obras más impersonales de Carpenter.

 

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Título Original: Christine | Género: Thriller / Terror | Nacionalidad: USA | Director: John Carpenter | Actores: Keith Gordon, John Stockwell, Alexandra Paul | Productor: Richard Kobritz | Guión: Stephen King, Bill Phillips | Fotografía: Donald M. Morgan | Música: John Carpenter, Alan Howarth | Montaje: Marion Rothman

 

Sinopsis: Había nacido en Detroit… en una línea de montaje de automóviles. Pero no es un coche cualquiera. En el fondo de su chasis se aloja el mismísimo diablo. Es Christine –un Plymouth Fury de 1958–, rojo y blanco, cuyo único equipo normalizado comprende un deseo de venganza insaciable, que hiela la sangre a cualquiera y destruye todo aquello que se encuentra en su camino. Seduce a Arnie Cunninghan, un chaval de 17 años, a quien consume la pasión por esas líneas estilizadas, redondeadas…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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