Yo, Tonya (2017)

 

Por mucho que te esfuerces, no.

Recuerdo aquel caso, incluso a pesar de ser un niño pequeño. El despliegue mediático, los focos, los micrófonos y el ruido. Entonces no fui consciente del escarnio que suponía todo aquello, ni entendía el drama tras los titulares. Mi capacidad de análisis era reducida, como la de gran parte de la audiencia me temo, aunque yo al menos tenía la coartada de la edad. La de Tonya Harding (quizá) fue la primera historia global que viví en directo (la película me ha recordado la siguiente: el caso O. J. Simpson), uno de esos escándalos que provocan comentarios en bares y cafeterías situados a miles de kilómetros de su epicentro. Gente de todo el mundo dio su opinión, condenó la actuación de la joven y dictó sentencia azuzada por cientos de horas de televisión, radio y prensa sensacionalista. Cuando se cumplen veinticuatro años del ataque a Nancy Kerrigan, Craig Gillespie (director) y Steven Rogers (guionista) recuperan el suceso para construir un endiablado biopic que establece una confrontación, en clave de comedia muy negra y con un declarado tono de sátira social, entre los dos grupos sociales que evidencian de manera más gráfica el talante clasista del capitalismo norteamericano: los rednecks, los blancos de clase trabajadora y rentas bajas (también conocidos como basura blanca) y los white-collar, los profesionales de oficina. De su desprecio mutuo surge un relato con aromas que recuerdan sobremanera al cine de los hermanos Coen, plagado de personajes y situaciones surrealistas que funcionarían como perfecta cuarta temporada de “Fargo”. El armazón de falso documental de “Yo, Tonya” le permite gestionar la tragedia (una vida truncada, la cultura del esfuerzo hecha trizas…) y abordar la crítica (a la sociedad, a los medios…) con una acidez inusitada; incluida una brutal caricatura de los malos tratos (de la violencia de género) que espero no se considere frívola o trivial. Esta “otra versión de los hechos” le da la voz a Tonya –con su entorno y circunstancias bien definidas–, va más allá del cliché del héroe caído y pone sobre la mesa un análisis mucho más contundente de lo esperado, que no cae nunca en la trampa del melodrama simplón (con una excelente selección musical además).

Manu Castro
@ManuCastroLSO
(08-04-2018)

 

• Lo mejor: Margot Robbie y Allison Janney.
• Lo peor: Percibir cierta ligereza en la representación de la violencia doméstica.

 

 

Título Original: I, Tonya | Género: Comedia / Drama | Nacionalidad: USA | Director: Craig Gillespie | Actores: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney | Productor: Tom Ackerley, Margot Robbie, Steven Rogers | Guión: Steven Rogers | Fotografía: Nicolas Karakatsanis | Música: Peter Nashel | Montaje: Tatiana S. Riegel

 

Sinopsis: Década de los años 90. Tonya Harding (Margot Robbie) es una prometedora patinadora artística estadounidense, la segunda en la historia capaz de completar en competición un salto de triple axel. Claro que, Tonya también se hizo famosa por uno de los escándalos más sensacionales en la historia del deporte. En 1994 su principal rival para los Juegos Olímpicos de Lillehammer era su compatriota Nancy Kerrigan (Caitlin Carver). Poco antes del inicio de la competición, Kerrigan sufrió un infame ataque por un matón a sueldo, que intentó romperle la rodilla. La sombra de la sospecha recae entonces sobre el entorno de Tonya, desde su ex marido Jeff Gillooly (Sebastian Stan) hasta su guardaespaldas, Shawn Eckhardt (Paul Walter Hauser). El matrimonio se verá entonces envuelto en problemas legales y fue así como comenzó la decadencia de la carrera de Harding.

 

 

 

 

 

 

 

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