Alien: Covenant (2017)

 

Rey de reyes soy yo, David.

Tras más de treinta años alejado de la franquicia, en 2012 Ridley Scott retomaba, de manera colateral, el universo de “Alien, el Octavo Pasajero” con la maravillosa “Prometheus”; precuela que sólo formulaba nuevas e intrigantes incógnitas dentro de una historia poco necesitada de respuestas simplonas. Aquel film sufrió el rechazo de parte de la audiencia, un público que veía traicionadas sus ansias de bichos homicidas. El planteamiento reflexivo acerca de la naturaleza de la creación y la existencia, cercano a la teogonía, además de la filosofía subyacente –a pesar de la ligereza de alguno de sus postulados–, chocaba de lleno con los supuestos de una saga incrustada con fuerza en la cultura pop y el mainstream dominante. De ahí la valentía de una producción más interesada en nutrir al relato de fondo y trascendencia, que en salpicar de sangre al espectador. De ese sueño celestial, que alcanzaba la continuidad con el viaje de la doctora Elizabeth Shaw y David al planeta de los ingenieros, nos despertamos ahora de la manera más abrupta e incómoda que podáis imaginar. La nave espacial Covenant, de camino a un lejano mundo por la inmensidad del cosmos, recibe una extraña transmisión de radio y acude en busca de su origen. ¿Os suena? Es la música incidental compuesta por Jerry Goldsmith, melodía que alimenta nuestra nostalgia y trata de enmascarar una mala excusa que justifique volver a subir al alien a una nave humana.

Si yo fuera un hater, diría que “Alien: Covenant” dignifica y hace buena la “Resurrección” de Jean-Pierre Jeunet –por citar la entrega más denostada de la franquicia–. Si fuera un “odiador” irredento, me uniría a esa suspicaz corriente de opinión que afirma, sin pudor alguno, que a Ridley Scott le dirigió “Alien, el Octavo Pasajero” y “Blade Runner” su primo el del pueblo. Pero no iré tan lejos, sobre todo ahora que transito a lomos de la decepción. No comparto el odio hacia “Alien Resurrección” y reconozco los méritos artísticos del realizador británico; aunque en esta ocasión su tropiezo, y el de sus guionistas (John Logan y Dante Harper), es evidente. A mí, que me encandila la mitología expandida que supuso “Prometheus”, me han sacado del cine cuasi abofeteado por las expectativas esfumadas y la necedad a la hora de abordar el diálogo con las líneas maestras de la saga. Este simulacro de hibridación, que pretende ser un coherente nexo de unión entre el enigma de los ingenieros y el aterrador incidente acontecido en la Nostromo, es un torpe remedo de ambos films. Se trata de un experimento genético fallido, que sepulta todas las posibilidades de una trama progresivamente insustancial, muerta a manos de la ineptitud de un guión acobardado; libreto que se niega a ir más allá y acaba enclaustrado entre las paredes de la repetición burda e innecesaria (mal camuflada de homenaje).

Si esta propuesta dejara al margen el valor comercial de la marca “Alien”, minimizando su conexión con el film clásico, relegando al xenomorfo a un segundo y anecdótico plano –como sucedió en “Prometheus”–, otra gallina cantaría (por aquello de los huevos). De hecho, y a pesar de los muchos esfuerzos en forma de insatisfactorios CGIs, la criatura queda reducida a mero reclamo de marketing, expuesta con pornográfica desmesura en todas sus formas. Spoilers. Analizada con frialdad, su aparición –con el alien transformado en instrumento de venganza– es llamativa y sugerente, hasta que se inicia la locura aérea. Lejos del impacto que causó la irrupción del primer abrazacaras o el quebrantapechos, aquí el depredador es canibalizado por un argumento que asume su comparecencia “estelar” como mero soborno al fanático más sectario –para muestra ese anticlimático epílogo espacial de encaje imposible–. Porque el verdadero protagonista es, o tendría que ser, David. Consciente de su singularidad, condicionado por su amarga existencia, son los actos y motivaciones de este formidable e inquietante ser los que articulan la parte más destacada de la película. “Alien: Covenant” debería ser sólo “Covenant”, una obra entregada por completo a indagar en los porqués de la conducta de este moderno Prometeo, alzado en rebelión contra sus creadores. Por el contrario, Scott apuesta por un espectáculo visceral (de nulidad digital) donde tampoco cuaja la atmósfera, el ritmo y la tensión de un incidente que nos deja tibios.

Manu Castro
@ManuCastroLSO
(13-05-2017)

 

• Lo mejor: Scott le debe un par de birras a Fassbender por esto. La fascinante necrópolis.
• Lo peor: La insípida tripulación de la Covenant como síntoma de todos los males del film.

 

 

 

Título Original: Alien: Covenant | Género: Terror / Ciencia Ficción / Thriller | Nacionalidad: USA / Australia / Nueva Zelanda / Reino Unido | Director: Ridley Scott | Actores: Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup | Productor: David Giler, Walter Hill, Mark Huffam | Guión: Jack Paglen, Michael Green, John Logan, Dante Harper | Fotografía: Dariusz Wolski | Música: Jed Kurzel | Montaje: Pietro Scalia

 

Sinopsis: Rumbo a un remoto planeta en el otro extremo de la galaxia, la tripulación de la nave Covenant, compuesta por varias parejas, además del androide Walter (Michael Fassbender), tiene como objetivo ser la primera misión colonizadora a gran escala. Al aterrizar en un extraño lugar descubren lo que parece ser un paraíso desconocido. Pero los integrantes de esta expedición pronto descubrirán que no están solos allí, y su misión acabará convirtiéndose en una lucha por su supervivencia en un ambiente hostil y peligroso. Los temibles xenomorfos no se lo pondrán nada fácil a los miembros de la nave Covenant.

 

 

 

 

 

 

 

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