Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar (2017)

 

Los muertos no cuentan cuentos; mejor así.

Tenía intención de iniciar esta reseña con algo dramático en plan: “la atracción caribeña ha descarrilado de manera definitiva”, pero lo cierto es que este invento, que nunca debió pasar de trilogía, tocó fondo con aquel horror titulado “En Mareas Misteriosas”. Joachim Rønning y Espen Sandberg (parece mentira que estos tipos sean los responsables de “Kon-Tiki”, 2012) no hacen más que rebozarse en el limo abisal en el que permanece varada una saga que perdió el rumbo justo cuando debería haber perecido de manera gloriosa, con Gore Verbinski al timón, en el apoteósico maelstrom de “En el Fin del Mundo”. Por supuesto, ese “prematuro” epílogo no entraba en los planes del productor Jerry Bruckheimer, obcecado en mantener con vida, de manera artificial y lastimera, un producto comercial que se revela estéril, torpe e incluso bochornoso, una vez más. Jeff Nathanson tira de los apuntes de Terry Rossio (guionista de toda la saga) y recicla una historia de piratas fantasmales que surcan los mares clamando venganza; un calco emborronado de la primera (y mejor) entrega de todas. Lo mismo sucede con la banda sonora de Geoff Zanelli, inoperante una vez que suenan los acordes que en su día compuso Hans Zimmer. La carencia de personalidad de esta propuesta resulta aún más abrumadora que una tormenta en alta mar.

Diversión, humor (la comicidad en esta ocasión invita a la vergüenza ajena) y aventura saltan por la borda a primeras de cambio. La sosa presentación del personaje-tótem de la serie tampoco invita al optimismo. Desde hace años indistinguibles, Johnny Depp y Jack Sparrow repiten gestos, andares y muletillas con una desgana que produce una amarga desazón. La trama, obsesionada en buscar retazos de lucidez en la esquilmada (y muy limitada) mitología marina que manejan en los estudios Disney, recurre al mítico tridente de Poseidón; intento desesperado y fallido, cuyo tedioso desarrollo destruye por completo la fantasía y el misterio que pudiera albergar el relato. Entre medias, un montón de personajes desdibujados (sale a flote el Capitán Salazar de Javier Bardem y, sobre todo, el indiscutible Geoffrey Rush), situaciones inconexas y una torpeza inusitada a la hora de abordar la parte dedicada al espectáculo visual y la acción. Incluso los guiños que apelan a la nostalgia del fan (a lo tonto han pasado catorce años desde “La Maldición de la Perla Negra”) y los cameos, caen ahogados entre tanto desacierto. En este sentido, la pareja formada por Brenton Thwaites (que recuerda al Guybrush Threepwood de “Monkey Island”, pero en soso) y Kaya Scodelario es un fútil intento de rejuvenecer la franquicia, un remedo incapaz de competir con Keira Knighley y Orlando Bloom y el carisma de las tres primeras entregas; sangrante ejemplo que escenifica todos los déficits de esta cinta.

Manu Castro
@ManuCastroLSO
(10-06-2017)

 

• Lo mejor: Geoffrey Rush. El tráiler de la Super Bowl con el “Ain’t no Grave (Can hold my body down)” de Johnny Cash sonando de fondo.
• Lo peor: Que haya una sexta entrega.

 

 

Título Original: Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales | Género: Acción / Aventura / Fantástico | Nacionalidad: USA | Director: Joachim Rønning, Espen Sandberg | Actores: Johnny Depp, Geoffrey Rush, Javier Bardem | Productor: Jerry Bruckheimer, Joseph M. Caracciolo Jr., Chad Oman | Guión: Jeff Nathanson, Terry Rossio | Fotografía: Paul Cameron | Música: Geoff Zanelli | Montaje: Roger Barton, Leigh Folsom Boyd

 

Sinopsis: Empujado hacia una nueva aventura, un sumamente desafortunado Jack Sparrow descubre que los vientos de los malos augurios soplan incluso más fuerte cuando los mortales piratas fantasma liderados por su viejo enemigo, el capitán Salazar, escapan del Triángulo del Diablo. Decididos a matar a todo pirata que encuentren en el mar, incluso al propio Sparrow. La única esperanza de supervivencia del Capitán Jack Sparrow se encuentra en la búsqueda del legendario tridente de Poseidón, un poderoso artefacto que otorga a su poseedor el control total sobre los mares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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